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Pasamos una gasolinera con un cartel verde en el que un extraterrestre se daba una ducha. Seguimos en el coche escuchando canciones ridículas y bailando en la medida de lo posible. Tengo los pies calientes por las botas y no nos queda agua. Miro las estrellas intentando detectar las constelaciones, pero la contaminación lumínica de la autovía hace difícil la tarea. Entramos en la ciudad, me bajo del coche y me voy a casa.

En realidad sigo en el coche, no encontramos sitio para aparcar.
El hábito celestial del ser humano.
Los amos del mundo se retuercen ante la belleza.
El hombre santo esnifa sus cenizas.
Harto de sobrepasar el límite cada noche.
Incapaz de no dejarse llevar.
El estridente estruendo de la amapola pidiendo ayuda al viento.
Capataz del señor sentado a la derecha de su amo.
Parte del viento que ladea las velas de los barcos.

En el espejo retrovisor se refleja la retirada de las tropas en el ataque a los monstruos venidos de las afueras y de las laderas de la montaña.

En el espejo retrovisor se refleja el enfado que su corazón no puede expresar directamente con palabras. Está representado por todos esos monstruos. Dios también se siente rechazado a veces. Cuando nadie hace lo que él había previsto.

Y ahora un soneto estúpido. Porque a veces me siento realmente estúpido haciendo estás cosas que no parecen tener ni sentido ni fin ni recompensa. Sueños encerrados en cajas encajados en lo más hondo del subconsciente que se escapan y revolotean por mi mente.

Hechizos en el alma de un muerto
Sobrepesos en las vidas de antes
Sin saber porque llevaban turbantes
Aquellos que seguían al experto.

No veo a través de la cortina
De tus múltiples personalidades
Que sentimientos son realidades
Intento detectarlo en tu retina.

Ya no quiero seguir haciendo esto
A todos me veo obligado a advertir
De que no quiero hacer el resto.

En la carretera veo andantes
Se juegan la vida como un mártir
aunque esta no tiene después ni antes.