Christina’s World, de Andrew Wyeth.

Daniel Alonso Viña
3 min readJan 23, 2020

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Picture called ‘Christina’s World’, from Andrew Wyeth.

‘Trabajé y trabajé y trabajé sin parar en la apariencia del prado’. Son las palabras de Andrew Wyeth hablando sobre su cuadro Christina’s World. La obra es uno de los mayores descubrimientos artístico que he hecho en mucho tiempo. No soy artista, las influencias y los movimiento artísticos los aprendo en videos de youtube y en libros raros que consigo en tiendas de segunda mano. Por eso no conocía de la existencia de este tipo. Ha causado en mí una impresión muy profunda. Y sólo llevo una semana observando, apartada en una de las pantallas de mi ordenador.

La forma en que diseña, colorea y traza el prado es a la vez irreal pero completamente necesaria al resto de elementos que la rodean . Lo primero que capta nuestra atención es la mujer tumbada, llevando un vestido de color extraño. Quiere ser rosa pero no tiene la fuerza como para imponerse sobre el resto de colores y acaba siendo un rosa pálido, casi blanco, reflejo de una fuerza que existió, pero que ahora se ha rendido a la naturaleza que lo rodea. La mujer, su cuerpo y su cabellera, dirigen nuestra mirada hacía la casa en el fondo derecho del cuadro. Es una casa descuidada, de maderas desgastadas y bronceadas por el tiempo, hasta conseguir ese gris tenebroso, de apariencia insegura y alejado de la realidad, ubicado en medio de la nada, porque es el único sitio en el que se le permite existir. La mujer lo mira con anhelo, la forma de su cuerpo y la contorsión de su brazo parecen apuntar hacia allí, como queriendo volver a donde pertenece, como tratando regresar a su hogar. Finalmente la vista hace la transición hacía la otra casa, más pequeña situada en el centro de la parte alta de la obra, y que nos ayuda a través de la forma que hace el prado cortado a volver de nuevo la atención hacía la mujer. Ella es el centro de todo lo que sucede y el fruto de todas las historias imaginadas sobre lo que puede suceder. Y esque ella no sólo vive en la casa, sino en todo lo que le rodea. Vive en el vestido, en las briznas de pasto y hierba de colores rotos que salen de la tierra, en el cielo. Vive en la casa pero también en todas y cada una las trazas de la obra.

No puede existir en la tierra un prado tan hastiado y opresivo, cuya atmósfera sostenga tan firme y frágilmente una sensación de muerte, desasosiego y desesperanza tan profunda. Sin embargo, después de observar un rato cada decisión y cada trazo del cuadro, aquel prado imposible comienza a hacerse imprescindible, se vuelve inevitable y necesario para la percepción de la obra en su total complejidad. Es imposible imaginar un mundo en el que todos los elementos del cuadro estén separados unos de otros, ya que estos han sido creados para una realidad diferente en la que pueden convivir juntos, en una oscura pero innegable armonía. Sin duda sería esta una de esas obras que pondría en mi casa y transportaría conmigo allá donde fuere, para recordarme que la vida también puede ser así. Si dejas que el tiempo te derrote, la existencia también puede tener ese color y esa naturaleza. Los días buenos sólo se repiten si les precede el trabajo y el esfuerzo físico y mental.

Al mismo tiempo me recuerda que no puedo rendirme, que he de seguir luchando en la fría atmósfera de la tierra, en la impersonal naturaleza de la ciudad, porque ahí fuera hay gente luchando batallas mucho más pérdidas que la mía.

Un saludo,

Daniel Alonso Viña.

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Daniel Alonso Viña
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Written by Daniel Alonso Viña

Escritor de poca monta sobre temas que me vienen demasiado grandes.

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