lluvia 10
Día uno.
Evaristo Sánchez por favor embarque urgentemente por la puerta C36 en el vuelo de Ryanair con destino Tenerife, es la última llamada individual que se realizará. Evaristo nunca llegó a coger ese vuelo a Tenerife.
Un padre guapo y una mujer horriblemente fea están dando de comer a su bebé. Espero que haya salido al padre. Su infelicidad se respira con intensidad. El ser humano tiene una tendencia a buscar el equilibrio sin quererlo y a frustrarse cuando este no existe en su vida o en la vida de otros.
Una chica tira con su mochila una línea de llaveros a la venta en una tienda en el aeropuerto. Se da la vuelta para ver la que ha liado, mira los abundantes llaveros en el suelo durante mucho tiempo, se da la vuelta y sigue con su vida. Al minuto la chica de la tienda está agachada en el suelo recogiéndolos.
Un tipo trata con mucha intensidad de abrir la puerta de emergencia como si estuviera intentando desmontar un juguete. Me entra cierta ansiedad por el esfuerzo que el tipo está poniendo. Es la imagen exacta de un mono al que le das un juguete humano para que lo observe y aprenda cómo funciona y se entretenga con él. El tipo se rinde y deja en paz la puerta de emergencia.
El chico que está en el asiento de a delante explica a una chica el funcionamiento de la ciudad de Graz a la que vamos. Ha sacado Google Maps. Va en serio. Perdón, es el Instagram. Lleva el pelo corto y un colgante y tiene pinta de ser ingeniero o algo similar porque tiene cierto carácter obsesivo que no puede ocultar. Le explica más cosas, parece una buena persona y está informando adecuada e imparcialmente a la chica. Tengo que viajar más este cuatrimestre, el chico me está dejando con la envidia. No la hace ninguna pregunta personal, lo que sería natural si todavía no se conocen. Además, después del esfuerzo que ha hecho el chico de buen corazón por explicar la ciudad, la chica no estaría molesta en contestar. Dice que le gusta ir con la bici. Me voy a poner a escuchar música porque siento que he superado el tiempo límite que se puede escuchar una conversación ajena. La chica es guapa y parece simpática. Mierda.
Ya estamos volando y el tipo loco del principio vuelve a jugar con la puerta de emergencia.
Un tipo ha entrado tarde a clase con un bocata y unas hojas. Se está sentando a mi lado. Se come el bocata y me entra hambre por que huele a comida. No he desayunado nada porque he tenido que venir corriendo a clase. Se está comiendo el bocata con toda la calma y parsimonia del mundo. Ahora coge el móvil y saca una foto a la pizarra. Sería mi ídolo si después de acabarse el bocata y tomar las fotos se marchará como pensando ‘misión cumplida, es hora de largarse de aquí’. No, parece que se queda. El profesor sonríe para sí mismo después de decir algo que nadie ha entendido. Es una sonrisa de esas cargadas de condescendencia y un sentimiento individual de superioridad intelectual. Creo que se ha dado cuenta de que somos estúpidos.
Pienso en economía, en cómo sería el mundo si la gente no pudiera comprar cosas para las que no tiene dinero en el presente, y dejar ya esa mentira de que si no tengo dinero en el presente no pasa nada porque lo voy a tener el futuro, asique un banco puede confiar en mí y darme el dinero para invertirlo ahora y ganar dinero y devolvérselo a plazos cuando lo vaya teniendo. Ese sistema está jodido, ya hemos progresado lo suficiente como para seguir utilizando ese método. Las crisis sólo demuestran que los individuos se creen mejores de lo que son una vez tras otra y cogen préstamos para hacer inversiones que piensan que les van hacer ricos, todo el mundo se siente optimista y hace lo mismo, hasta que se descubre que se han flipado enormemente y entonces todo se viene abajo. Los bancos tienen la culpa sólo en la medida en que han sido también estúpidos al dar a un estúpido como tú un préstamo para montar una empresa o comprar una casa, que en el fondo sabrías que no ibas a poder pagar con el salario inflado que recibes en la cadena de montaje en la que trabajabas.
Día dos.
Estoy comiendo solo en una especie de cantina. Estoy solo en la mesa y en el restaurante entero. Estoy doblemente solo; o solo al cuadrado. Luego se empieza a llenar.
Estaba pensando que sería bonito si todas las personas que estamos comiendo solas en la cantina nos juntáramos para comer nadie estaría sólo y podríamos comer en compañía. Pero no es cierto, en realidad no sería bonito, no conozco a esta gente y es muy posible que no me caigan bien así que porqué querría comer con ellos. Me gustaría comer con mis amigos y con gente que me caiga bien pero no con desconocidos, teniendo que forzar conversaciones poco interesantes.
Bebo agua pensando en ella; en el agua. La retengo y la dirijo hacia mi estómago a voluntad. Escucho la música pop del 2010 que ponen en la cantina. Espero a un amigo que no he visto en todas las navidades. Siento que soy el sujeto de un experimento que he creado yo mismo y en el que estoy atrapado. Ha dicho que venía en un minuto pero me temo que esa expresión está tergiversada desde hace tiempo y significa que estaba haciendo algo y que viene cuando acabe de hacer ese algo.
Día tres.
La gente va de un lado para otro, se sienta, se levanta y vuelve a moverse en alguna dirección.
La clase que tengo ahora es realmente penosa y aburrida, ojalá pudiera desaparecer y ser un robot durante un par de horas, tiempo suficiente para sobrevivir a este infierno sin ser consciente de ello. Es como si el profesor tuviera una batería dentro que estuviera siempre a punto de acabarse. Algunos tipos aquí son realmente raros. Me podría incluir yo en ese grupo, pero en está ocasión hablo de una rareza social más que individual. Se relacionan como intentado relacionarse lo más normal que pueden, pero les queda una cosa triste y rara.
Debería grabar las clases y escucharlas de nuevo para estudiar cuando llegue el examen.
Un tipo joven se acomoda en su despacho de profesor funcionario. El tipo va por ahí como indicando a todos que ya lo sabe todo y que su futuro está garantizado. Su vida está completa y anda de tal forma que todos lo sepamos y nos demos cuenta. Da cierta pena porque no se da cuenta de la repugnancia y falsa seguridad que emana de todo su ser.
Ahora escucho una bellísima canción que toca y estira todas las partes de mi cuerpo poco a poco, cuyas vibraciones llegan hasta los dedos de mis pies con una potencia estridente y abrumadora. Es posible que la escritura intuitiva que práctico a veces me libere de alguna forma de limitarme a lo que realmente siento para llenar las líneas con una profusión de paráfrasis y paraplejias mentales desproporcionadas que no son una fiel reproducción de la realidad. Como con la canción que estoy escuchando.