lluvia 13

Daniel Alonso Viña
5 min readFeb 6, 2019

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La belleza está en algún sitio en nuestro interior. Me cuesta sacar estas palabras de mi interior. La belleza está en las cosas, en nosotros, en nuestra forma de ordenar el mundo y en la forma en que nuestras percepciones acogen y abrazan lo que nos rodea. Respiro profundamente mientras como cereales y escucho música sentado en mi mesa de estudio con las luces apagadas. La pantalla del ordenador en la que escribo es la única luz que me permite saber qué hacer con la cuchara para coger los cereales del tazón. Hacía mucho que no tomaba leche. Normalmente, cuando me levanto por la mañana y hago el café, relleno media taza de café caliente y la otra media la completo con agua fría del grifo. Escribo palabras extrañas por accidente porque me quedo sumergido en la música y sólo parte de mi conciencia escribe. Las borro inmediatamente en cuanto las leo porque no tienen sentido, no son más que repeticiones de palabras anteriores o sin conexión alguna con estas. Me dejo llevar por el flujo rítmico y abstracto de la música. No sé muy bien que escribo y lo escribo sin seguridad en mí mismo. He leído mucho hoy pero no he podido acabar el libro que empecé y que quería acabar hoy. He estado unas cuatro horas leyendo pero sólo he podido llegar a la mitad. Estoy contento de haber leído cuatro horas seguidas. No me he movido del sofá, no he cambiado ni de postura. Después ya no he podido leer más, mi mirada y mi mente estaban hartas de la enorme tensión que han caracterizado las cuatro horas de páginas que he leído. Ahora escucho música y me dejo llevar por mi mente sobrecargada. Escucho una voz en mi interior que me pide que salga a la calle a tomar el aire porque llevo encerrado en casa unos días leyendo sin parar y escribiendo un poco y pensando mucho. El artista que canta dice en inglés extranjero que no está ‘acostumbrado a estas herramientas de cantautor’. Todos los días pasa a la misma hora por la calle a la que da mi habitación, un coche de policía con la bocina apagada pero la luz azul brillante que gira en señal de alarma encendida. Siempre a la misma hora, un coche pasa rápido en silencio por la carretera con las luces de emergencia encendidas. No tiene ningún sentido que pase siempre a la misma hora. El sol y la luna se hacen amigos en las noches de verano y no quieren separarse jamás. Pero nunca pueden estar juntos. Los separa un vacío insalvable. Me imagino a un tipo de la policía metido en ese coche con la alarma puesta siempre que vuelve a casa para poder ir más rápido saltándose los semáforos. El primer día que lo hizo fue como una aventura malvada, estaba utilizando sus poderes para causas personales y malignas. Luego se acostumbró y ahora va con la ventana abierta, la luz azul en el capó del coche encendida, y fumando un cigarro mientras escucha a Pink Floyd. Seguramente vuelve a casa de la comisaría después de un día largo de trabajo. Las sombras de mi habitación se mueven rápido y fluido cuando pasa un coche por la calle. Es una planta baja y eso sucede a menudo. Pero me intriga mirar a las sombras, tan quietas ahora que no pasan coches, moverse por la habitación cuando pasa un coche. Además estoy iluminado de forma tenue por la luz casi naranja de la farola que cuelga de dos cuerdas en medio de la calle. El móvil me aliena de la realidad y de las cosas y objetos que me rodean, pero estoy atado a él como un asmático que depende de su inhalador para vivir. Pero un asmático realmente lo necesita, yo sólo siento que lo necesito mucho, tanto que me moriría, o al menos parte de mi perecería, si no tuviera el móvil. Parte de mi personalidad desaparece con ese móvil. Es terrible darse cuenta, analizo y trato de perfeccionar mi vida imperfecta lo máximo posible, dentro de mis limitaciones humanas y mundanas, pero entonces llegó al móvil y todo se desmorona. Comprendo la enorme oportunidad que representa un aparato tan pequeño como ese, pero sólo puedo analizar los hechos, y esos son claros y me dicen que no lo utilizo más que para cosas innecesaria que mi mente cree que necesita. Cómo comunicarse con la gente y andar mandando mensajes todo el rato. Me parece innecesario, pero al mismo tiempo si no participo de esta nueva convención social siento que me quedo fuera de lo que pasa en el mundo y en la sociedad y en la serie de grupos a los que pertenezco. Parece que los grupos ya no sólo se enriquecen y desarrollan mediante el disfrute de la presencia de los otros componentes y el pasar tiempo juntos, sino que parte de esa relación se desarrolla y asegura por el móvil. Lo cual me pone nervioso, porque yo nunca sé qué decir cuando hablo por el móvil y siempre tengo que barajar muchas opciones sobre cómo tomarme el mensaje de la otra persona y como actuar en consecuencia. Es un caos, me surgen dudas que se acumulan y al final acabo no contestando, Y esa es la historia de porque no tengo amigos. No, es broma, sí que tengo amigos, pero hay poca gente que aguante y se divierta estando con extraterrestres como yo. Me cuido mucho de que sea gente que no se enfade cuando no les contesto a los mensajes. No me gusta la gente que se enfada cuando no les contestas. Se creen el centro del mundo, quieren tu atención inmediata y si has leído el mensaje quieren que lo contestes de inmediato, porque sus vidas son muy relevantes y no tienen tiempo que perder contigo y tu indecisión. No me gusta esa gente. No es lo mismo que cuando alguien me insiste para que le conteste pero no se enfada. Esa gente me comprende, y entienden que necesito una motivación extra para conseguir dar respuesta a un mensaje. Echaba de menos escribir así. Simplemente dejando que mi mente saqué toda la porquería que se le acumula en la cabeza. Me había presionado para escribir algo concreto, una historia inventada con principio nudo y final, y en consecuencia no había conseguido escribir nada.

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Daniel Alonso Viña
Daniel Alonso Viña

Written by Daniel Alonso Viña

Escritor de poca monta sobre temas que me vienen demasiado grandes.

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