lluvia de pensamientos 4
El gato se había escapado de la casa en la que habitaba con unos dueños que le querían mucho, pero demasiado para un gato independiente y cansado de que le acariciaran todo el rato. Decidió escaparse porque estaba harto, harto de tener que hacer lo que le dijeran, harto de tener que dejarse acariciar por unas manos asquerosas por las que no sentía ningún cariño, harto de estar atrapado en esa casa pequeña y angosta en la que no podía hacer ninguna actividad de gato. Él quería ser un gato callejero como esos fuertes y valientes que había visto en las películas de la tele. Quería levantarse entre cubos de basura, buscar algo de comer entre restos de comida de restaurante barato y salir a explorar la ciudad en la que viejos andaban con bastones a todas horas, chicos en bici se colaban entre los coches, madres con sus niños trataban de llegar al colegio con los niños alborotando sin parar, yendo para aquí y para allá sin esperar a que la luz del semáforo se pusiera verde para que las personas pudieran cruzar. Quería vivir, explorar, pelear, tener un grupo de amigos gatos rebeldes que fueran con él en banda a por comida, a conseguir territorio y a las discotecas a bailar con las chicas.
Y por todo eso se escapó el dichoso gato, creo yo, finalizó Pablo su explicación medio drogado de porque el dichoso gato se había escapado, es posible que para una contar una historia tan delirante hubiese necesitado ayudar a su imaginación con cierto tipo de sustancias de esas que ayudan a la mente a no funcionar de la manera natural y normal y aburrida, se podría decir. En efecto, se había fumado un porro del tamaño de su dedo de la mano visto con un microscopio, y así estaba. Lo que sin embargo no sabía es que había dado completamente en el clavo, no tenía ni la menor idea de que su gato había dejado atrás su anterior vida porque estaba cansado de la comodidad y quería explorar sin cesar el aire y la lluvia y los problemas de la ciudad, pero así era. Y ahí iba su precioso y bien peinado gato, que creyéndose capaz de poder lidiar con las vicisitudes de la ciudad, se había lanzado a explorar incansable, sin saber que las fantasías que había visto en la tele de gatos valientes enfrentando la ciudad sin miedo y con una fuerza propia de los dioses, era una parte muy minúscula de la historia de la vida de un gato en la ciudad, y que los gatos se hacen valientes y rudos y fuertes porque no les queda otra si quieren sobrevivir en un entorno tan voraz y asesino como es la ciudad y sus callejones y sus perros y sus ardillas y su pájaros y sus palomas inútiles y extravagantes que no te dejan vivir en paz ya sea de día o de noche. Y que cuando llueve uno no está protegido en ningún sitio, ya sean cajas de cartón, cubos de basura o alcantarillas siempre acabas con la piel mojada y un frío que se te cuela por los pelos de gato y te rasga los huesos sin piedad.